viernes, 12 de febrero de 2016

Testigos de la noche.

Fue una noche que quedó en mi memoria como si hubiese sido una película ambientada en la antigüedad, vivida con cada uno de los sentidos.

Yo ingresé al bar como cualquier otro viernes a la noche, en busca de una buena ginebra que pudiera tomar mientras hablara con algún borracho, pero despierto, como diría Luca Prodan. En cuanto hube pagado y tomado asiento al lado de una barra aún sobria de clientes dada la hora temprana (rozando la medianoche) pude ver a un grupo de jóvenes bohemios sentados en una de las mesas redondas, exhibiendo diferentes trazos de papel e imagenes en la mesa, las cuales miraban atentamente a la vez que garabateaban algunas palabras con lápiz y se dirigían palabras cortas los unos a los otros, en un volumen inaudible a mi distancia.
Cuando dieron las 12 al fin, marcando el inicio de un nuevo día, fue que levantaron sus copas y brindaron, ahora pronunciando palabras en un volumen un poco más alto. Por lo que pude entender, hablaban de la gente de las imágenes, a quienes iban dedicados estos escritos. Yo creía tener claro que a los difuntos se los recordaba con un brindis cada Navidad y Año Nuevo, en un ambiente más familiar. Y como todavía no se acostumbraba tanto a desconfiar del extraño, me animé quizás, de todas formas, un poco impulsivo, a acercarme a esta curiosa mesa y preguntar qué era lo que estaba sucediendo. De alguna forma, yo ya había sido registrado por algunas de esas miradas y obtuve una respuesta sencilla y gentil: Era 14 de febrero.

Sí, 14 de febrero, ¿entonces?

"Si es de su interés, pida otro vaso y lo invitamos a que conozca nuestro por qué"

Sin dudarlo mucho, ya que la noche y la torrencial lluvia que caían a eso me invitaban, hice caso a este joven y me senté para sorpresa pero aún así gusto de todos.

"Nos autodenominamos los 'testigos de la noche'. Somos unos cuantos muchachos con historias en común que, por algún motivo, han llevado nuestras vidas a la desolación sentimental y el horror de ser atacados por los recuerdos cada noche, sin doctor o psicólogo que tuviese remedio para ayudarnos a combatir, porque nuestra enfermedad es la peor de todas: la desesperanza por el prójimo. Desde que tenemos memoria hemos escuchado de tragedias, catástrofes, gente que sufría mientras nosotros dormíamos plácidos en nuestras camas y comíamos toneladas de frituras solo por el gusto de envenenar a nuestro organismo mientras otros morían por esa misma causa."

Estaba ya un poco abandonando la lucidez, pero aún así fue una experiencia tan fuerte que pude conservarme un poco más y, entonces, recordar todo lo que pasó después, como por ejemplo el selectivo lenguaje de este muchacho.

"Se preguntará usted qué tendrá que ver con lo que acaba de atestiguar, pues bien, tenemos un ritual especial entre nosotros asociado a uno de las causas que nos unen: Cada San Valentín, a la medianoche, brindamos por los amores que se fueron con la esperanza de algún día volver a conocer esos sentimientos y vivir en carne propia lo que es que otra persona te ame y te haga sentir que valés algo en la vida.
Como ya le hemos dicho, la nuestra es una enfermedad sin cura. Y esto mismo hace que hagamos esto. Pues cuán vano es que las personas se queden en el pasado y llorando los muertos, no? Pero así como algunos fuman, otros beben, y otros se disparan, nosotros nos matamos lentamente con la nostalgia. Seguimos hablándole a estas personas, que son aquellas que alguna vez vieron algo de luz en nosotros y se animaron a entrar y a conocer nuestra infinita hospitalidad y armonía, a agotar un recurso que creíamos inagotable, como el cariño y la esperanza de crecer siempre con alguien al lado, de no caer nunca por tener siempre a alguien que nos garantizara que aún había algo de luz en nosotros, de dormir y despertar cada día al lado de una dulce compañía que nos acompañara con una sonrisa, un abrazo y cosas varias más cada vez que lo necesitáramos. Les decimos que las necesitamos, que nuestras vidas están más vacías, que por más que la vida nos distraiga por un momento y nos regale ese suministro de risas sin el cual seríamos seres muertos por dentro, siempre llegan noches como estas que nos hacen desear su presencia otra vez. Y hoy no solo lo vale por la lluvia, pero también por la festividad asignada al día de hoy que, aunque insulsa, es otra oportunidad de festejar el amor, pero también de demostrarnos a nosotros, almas errantes, que aún seguimos solos y lo más probable es que necesitemos que sea lo contrario. Ahora bien, amigo, le haré una pregunta:

¿Se imagina usted un mundo sin parejas?

Si quisiera, no podría, porque, aún si ve a un caudal de gente caminando por ahí, perdido en sus cosas, esas personas morirán pronto. Esa noche llegarán a casa, sufrirán el silencio, la oscuridad del cuarto y de sus almas, y no lo soportarán. Querrán revolucionar el mundo estableciendo parejas por ahí. Es así: Los seres humanos tenemos un alma compuesta de sentimientos, y el mas fuerte de todos ellos es el amor. Es más fuerte que el odio, la ira, la repulsión, la felicidad, la tristeza. Con amor se puede llegar a donde sea, y esto es tan así que ayer amábamos con todas nuestras fuerzas y hoy gracias a eso caímos de lo más alto y nos fracturamos peor que los demás, y aquí estamos, aún sin recuperar. Algunos llevamos así años, otros meses, unos pocos, días. Y aquí está usted, que no tiene con quién festejar dado que aquí está, conversando con un grupo de jóvenes somnolientos."

Así era, pero a lo único que me llevó todo lo que me dijo fue a querer quedarme con ellos, unirme a su "club" o lo que fuera, porque tenían razón. Parecían jovenes hippies, estancados en la década en donde nuestros pregoneros eran los Beatles, pero tenían razón. Aunque fríos nos podamos volver algún día, siempre sigue siendo el amor lo que más fuerte empuja desde adentro.

Esa noche me quedé con ellos, tomando más, emborrachándome, escapándome con ellos un rato de la realidad, caminando bajo la lluvia, escuchando anécdotas, contando las mías, escuchando risas escabullidas en el medio debido a la embriaguez y a esa grieta por donde pasa la luz entre medio de tanta oscuridad, que también existe. Y, en mi soledad, se me ocurría que adheriría a su tradición. Cada 14 de febrero me tendrían ahí, brindando con ellos, y aportando mi granito de arena a la causa: Brindar, no solo por los amores idos y los que vendrán, si no también por el amor que debe reinar entre todos nosotros, hermanos de la Tierra, para que nuestra vida no caiga en la pena, la desolación y la ruina.

Este domingo, los esperamos a todos los corazones solitarios en el bar.

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