Todos, sin excepción
de nadie, vamos atrás de lo que nos hace felices. Es lo común, lo
normal, lo más sano. ¿Qué persona quisiera pasar su vida
deprimida, triste, absteniéndose de disfrutar de todo aquello que
nos genera, cuanto menos, una sonrisa? Nadie.
Ahora bien, no es una
cosa sana pensar que el modelo ideal de persona es aquella que tiene
nada más que felicidad en su vida. ¿Por qué? Porque si este caso
es cierto, esta persona no tiene los pies en la tierra.
Hay miles de frases
replicadas a lo largo de las redes sociales sobre “expulsar lo que
no te hace feliz”, “sacarse a la gente tóxica de encima”,
entre otras. Tienen su grado de razón, por supuesto, refiriéndose a
los pensamientos negativos, las malas actitudes, los constantes
reproches (al menos, aquellos que se dan solo por tirar mierda y
listo), pero no son axiomas, no son irrefutables, porque lo cierto es
que el Mundo que habitamos también tiene su parte negativa (y vaya
que la tiene)
“Ya lo sé, pero para
qué me voy a amargar pensando todo el día en eso?”
No todo el día, pero
de vez en cuando podés tomarte unos minutos aunque sea en darte
cuenta que hay cosas jodidas a las cuales prestarles atención y,
muchísimas veces, tomar decisiones al respecto.
La
razón de ser de este planteo es esa gente que no discutiría bajo
ningún punto de vista frases como las que puse arriba, gente que
cree que cuando alguien viene a decirles que algo está funcionando
mal, probablemente solo quiera amargarles la vida, gente que “vive
en una nube de pedos”. Esquivan cualquier tópico que aborde hasta
la más nimia problemática, y si alguien les quiere meter en tema,
rápidamente abren el manual y, obedeciendo las reglas, “se sacan a
su persona tóxica de encima”, demostrando así una obediencia
ciega a cualquier discurso que les inste a sonreír como lo menos
dañino, y a suprimir cualquier capacidad de razonamiento lógico en
pos de vivir con alegría como lo más catastrófico.
¿Entonces? ¿Para ser
una persona responsable debe uno resignar su felicidad?
No. Pero no debe
encontrar toxicidad en los temas serios y las causas que requieren
cuidado, concientización, y racionalización del pensamiento, si no
que los debe abordar con la misma tranquilidad que ansía llevar
consigo siempre. Si hay alguna razón por la que la mayoría de la
gente evita hablar de temas como estos, es por la cantidad
inconmensurable de replicadores de odio y desmerecimiento de la
opinión diferente o la visión ajena que existen en los espacios que
frecuentamos. Sí, la toxicidad reside en esa gente, no en los temas.
Si es mayor la cantidad
de personas que actúan según su felicidad que según la vida en
sociedad que llevan, entonces estamos en graves problemas, no solo
por experimentar una gran epidemia de egoísmo, si no también porque
los hechos conflictivos que requieren de una solución eficaz, y que
suceden todos los días, serán totalmente ignorados, pudiendo así
ser desarrollados libremente sin nada ni nadie que los impida, porque
total todos quieren ser felices y nadie se quiere encargar de nada.
Todo lo que alguna vez
nos llevó a una realidad más digna, necesitó que cierta gente
resignara un poco de su felicidad para darse cuenta de que las cosas
estaban mal y había que cambiarlas. Pregúnteles si no a todos los
próceres que estudiamos en la historia, gente que logró cosas
revolucionarias por darse cuenta de que algo estaba mal, por ocuparse
de que los suyos también se dieran cuenta y se unieran a su causa, y
por tomar medidas al respecto, con toda la mayor infelicidad y
generación de conflictos que eso conllevaba, en pos de que, por
ejemplo, hoy no siguiéramos siendo una sociedad esclavista, racista,
elitista y machista, como alguna vez lo fuimos.
En la vida todo es un
balance. Existe lo bueno, pero también lo malo. Existe la alegría,
pero también la tristeza. Existe el amor, pero también existe el
miedo. Ninguno existe sin el otro, y ninguno debe ser ignorado.
No me confundan, mi
deseo es que todos podamos ser felices más allá de todo lo que nos
rodea y nos puede tirar para abajo, pero que también seamos seres
conscientes y pensantes, para no caer en la ignorancia, la obediencia
ciega y, por consecuente, la fácil manipulación, que son las
antagonistas de las historias revolucionarias.
Créanme, se puede ser
ambas cosas.
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